Cada tarde, el viejecito se sentaba a la orilla del periódico y se ponía a pescar palabras. Si eran demasiado pequeñas (mi, te, de), las devolvía a la página para que se nutriesen de tinta y llegasen a la edad de mimar, tejer o desear. Cuando atrapaba una esdrújula, en cambio, la descamaba de morfemas y la guardaba orgulloso en su cesta, lista para consumir.
Algunas veces, el hombre encontraba palabras como “antaño”, que le permitían montar sobre ellas y viajar muy lejos. Después volvía a casa con la cesta vacía y el gesto cansado.
—¿Qué traes hoy? —preguntaba su mujer.
—Solo recuerdos —respondía él, y suspiraba.
Los días buenos, procuraba compensarla con especímenes hermosos —otoño, aterciopelado, caramelizar— y ella preparaba postres que sabían a castañas asadas.
Con todo, la especialidad de la mujer no eran los postres, sino los cuentos. No tenían mucho dinero, pero con lo que él pescaba, ella cocinaba historias que se contaban el uno al otro cada noche. Saboreándolas despacio, conseguían engañar al hambre.
Un día, la palabra “muerte” se enganchó a la red del viejecito. Sin darse cuenta, la dejó caer junto al resto de palabras, y su mujer se llevó un susto tremendo al encontrarla enroscada en el fondo de la cesta, como un animal venenoso.
Por suerte, ella era una cocinera hábil, de manera que la deslizó con cuidado dentro de un cuento, la aderezó bien, y la envolvió bajo un título en mayúsculas para que ningún lector despistado se pinchase con ella.
Microrrelato ganador del IV concurso de Microrrelatos Caseteros
18 comentarios en «Leer con precaución»
¡Me encanta! Escribe muchos más como este, estoy deseando leerlos.
¡Muy pronto vendrán más!
Simplemente maravilloso 👏🏼👏🏼
¡Muchísimas gracias, Marta!
Pero que imaginación desbordante., me encanta. Es genial!!!
¡Gracias!
Muy poético. ¿Cuándo publicarás el siguiente?
Muchas gracias. Publicaré un relato quincenal.
Lo leí varias veces y en cada una me veía en un viaje distinto o con matices de diferencias que hacían volar mi imaginación hacia el placer de estar en lugares que la escritora quizás no lo soñó.
Extraordinario, disfruté mis viajes; te felicito Nuria.
¡Muchas gracias, Alfredo! Un abrazo.
Enhorabuena por este micro. Esto es literatura, Nuria.
Ay, Santi, eres un sol. ¡Muchísimas gracias!
Qué preciosidad de relato, Nuria, como siempre un placer leerte. Espero el siguiente con muchas ganas.
¡Susana, eres un amor! Gracias a ti por ser tan maja siempre. ¡Abrazos!
Muy chulo
Has dado magia y ternura a la vida cotidiana. Mientras lo leía ha sido cómo volver a ser pequeña, sentada en el suelo, piernas cruzadas, escuchando atentamente cada palabra de la historia.
¡Sigue escribiendo Nuria!
Has dado magia y ternura a la vida cotidiana. Mientras lo leía ha sido como volver a ser pequeña, sentada en el suelo, piernas cruzadas, escuchando atentamente cada palabra de la historia. ¡Sigue escribiendo Nuria!
¡¡Muchísimas gracias!!